La apicultura consiste en la cría y manejo de las abejas (Apis mellifera), para el aprovechamiento de los productos que estas generan dentro de la colmena mediante su cosecha y procesamiento, para ser comercializados como alimentos o productos medicinales. Esta actividad productiva contribuye a la seguridad alimentaria universal, puesto que la obtención de semillas y frutos que suplen las necesidades nutricionales de los animales y el hombre, depende en más de un 50% de la polinización cruzada que realizan estos insectos. La disponibilidad de una buena parte de semillas para asegurar la práctica continuada de la agricultura sería imposible sin la acción de estos insectos [4]. Adicionalmente, la supervivencia de estos insectos se puede considerar como un indicador biológico de las buenas prácticas agrícolas, de la sanidad del entorno y del consiguiente mantenimiento de los ecosistemas debido a la gran susceptibilidad de las abejas a agentes contaminantes y al cambio climático, evidenciado por el síndrome de desaparición de las abejas [5], [6]. Es decir, la apicultura es una alternativa particularmente interesante puesto que permite el aprovechamiento y explotación de diferentes productos y, al ser comparado con otro tipo de agroindustrias, promueve el cuidado ambiental y contribuye a la generación de mercados de bienes y servicios, mejorando la calidad de vida de los sectores involucrados. Adicionalmente, las tendencias de los mercados de alimentos sanos con características funcionales ha permitido el crecimiento de la demanda de los productos de las abejas, puesto que estos son reconocidos por sus características nutricionales y funcionales especiales.